21 de febrero de 2009

Qué no daría yo...


"Qué no daría yo por empezar de nuevo..." y volver a repensar esta obra. Eso deberá estar pensando el equipo de Rocío no habita en el olvido, un musical con las canciones de la Jurado. Vaya de antemano que no he visto la obra (toma acto de sinceridad por mi parte) pero aquí todo es criticable. Y el que no crea en mi criterio, que cierra la página y calle para siempre.
Fuentes de toda solvencia (con las que a veces me acuesto y en otras me levanto) sí tuvieron el valor de pagar los 16 eurazos de la entrada. Fue el pasado miércoles, y en la platea no habría más de veinte personas. Éstas disfrutaron de la reconstrucción morbosa de los últimos momentos de la chipionera en aquella gala que supuso su adiós en TVE. Rocío, en diálogo con la propia Muerte (como oyen), rememora éxitos de su carrera metidos con calzador para que todo fluya... Como una ola se nos rompió el amor, señora, porque como yo te amo, nadie te amará... Mis fuentes, fanes entregadas a la causa de La Más Grande, rozaron el filo lacrimógeno creyendo que Rocío, ay mi Rocío, volvía para quedarse. Pero todo acaba, y lo que pretendía ser un pedacito de Broadway al son de un rojo, rojo clavel, no pasa de recital homenaje a la estrella imitada que resulta ser inimitable.

19 de febrero de 2009

Bollería fina


Llovía, claro, como lo ha hecho durante meses, y me refugié en un local de la calle San Bernardo embriagado por el olor de unos bollos recién horneados. Tras el mostrador, tres damas encantadoras amasaban con sus palabras la obra de David Mamet Matrimonio de Boston. Antonia San Juan abandonaba la soledad de sus monólogos y se hacía acompañar de Rocío Calvo y Marta Ochando en esta comedia políticamente incorrecta de señoras liberadas que se aman (o eso intentan) tras los visillos de sus salones victorianos. La riqueza del texto de Mamet, con sus juegos de palabras, dobles sentidos y agudeza, hacen que sobre el escenario del teatro Arlequín se instale un humor inteligente y corrosivo.
La sencillez pesaba sobre la historia, los personajes y la escenografía. Lo importante era lo que allí se decía y cómo se representaba. Anne (San Juan) adora a su amiga Claire (Calvo), y para mantener su adoración consigue un protector de los de toda la vida. Claire adora a Anne, pero más aún a una nueva, joven e inexperta amiga que dará al traste con todo lo conseguido por ellas por culpa de un collar de esmeraldas que no debemos perder de vista. Y para salir del embrollo (o complicarlo más), Catherine (Ochando), la típica críada de cofia incrustada e inocencia interrumpida, vaga por el escenario al servicio de las bostonianas. Hay más personajes, pero ni están, ni se los espera.
Así pasé la tarde, resguardado del frío y la lluvia, disfrutando de algunas risas saboreando bollería fina...

11 de febrero de 2009

La Africana: Zarzuela en el María Guerrero

Ópera bufa en el Centro Dramático Nacional. Teatro dentro del teatro, sainete y enredo, cómicos de los de antes sobre las tablas del María Guerrero, que se rinde a la zarzuela con El Dúo de la Africana, un espectáculo de Xavier Albertí y Lluïsa Cunillé (Teatre Lliure), basada en la obra homónima de Manuel Fernández Caballero y Miguel Echegaray.
Según el libreto, "una reflexión pirandelliana sobre la teatralidad musical"... Pues eso, aunque una zarzuela no deja de ser una zarzuela: música e interpretación a partes iguales, fragmentos hablados y otros cantados en voces más o menos maravillosas. La obra nos traslada a una tórrida república bananera donde la compañía de ópera del señor Querubini llega dispuesta a representar La Africana, de Giacomo Meyerbeer. En su empeño deberán enfrentarse a triángulos amorosos, pasiones desbordadas y hasta a la autoridad. Tópicos bienvenidos de un humor clásico que no llega a la carcajada, pero sí puede sonsacarnos alguna sonrisa.



Lo mejor: la escenografía y el vestuario, además de la voz y el gracejo hiperactuado de la soprano
Lo peor: soliloquios interminables en los que uno aprovecha para ver si el de al lado está tan aburrido como él