Poco más. Aquello fue un desfile incesante de actores y personajes de memorables (y soporíferos) discursos. Mi acompañante me dio la pista: "Esto parece una película de Garci". Nunca mejor dicho. El boticario, el cura y el médico, las señoritas, prometidas y esposas, el banquero, el borracho y el tonto del pueblo. No faltaba ningún personaje de los largometrajes costumbristas-costumbrones a los que nos tiene acostumbrado el oscarizado y últimamente subvencionado director. Y como en alguna de sus películas, cambié de canal, esto es, me aburrí como una ostra y a las dos horas de función abandoné mi querido palco ante la perspectiva de tener que aguantar otra hora de grandilocuencia mayorgana.
Esa es la segunda cuestión. Voy a ser políticamente incorrecto y criticar a una de las vacas sagradas del teatro español de nuestros día. Agárrense: me duermo con los texto de Juan Mayorga. Me parecen lentos, tópicos, largos, sobrecargados. Ante la unanimidad de los que realmente saben me dejo llevar hacia las taquillas que anuncian su nombre y a medida que avanzo Morfeo me rescata del tedio.
La dirección corre a cargo de Gerardo Vera, jefe supremo del Centro Dramático Nacional (que produce la obra junto al establishment ruso para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Anton Chéjov). Lo último que vi de Vera fue su Divinas Palabras, de Valle-Inclán, de la cual salí encantado. Claro, que entonces Mayorga no había metido mano .
PD. Carmen Machi aparece por allí, pero que sus fans televisivos no esperen nada de su alter ego.
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